viernes, 7 de septiembre de 2007

La Planta

Si pensamos cultivar Cannabis , no sólo es necesario conocer los principios de cultivo, si no también conocer la planta misma. En esta ocasión describiré de forma sencilla cada una de las partes principales de la planta, para que podamos conocer sus funciones básicas, como también una explicación de la forma de reproducirse que tiene el cannabis.


Raíz

La función de las raíces es sujetar la planta al sustrato y abosorber agua y elementos minerales. Por tanto, las raíces suelen ser subterráneas y crecer hacia abajo, en el sentido de la fuerza gravitatoria, es decir, tienen un geotropismo positivo. Son blancas, sin embargo, en algunos casos pueden estar expuestas al sol y, debido a la acción de la luz, adquieren un tono verdoso. A diferencia de los tallos, carecen de hojas y nudos y están incapacitadas para formar hojas o flores. La epidermis se encuentra justo por detrás del ápice de crecimiento de la raíz y está cubierta de pelos radicales, que son proyecciones de las células epidérmicas que aumentan la superficie de la raíz y se encargan de absorber agua y nutrientes. En su interior, las raíces están formadas en su mayor parte por xilema y floema, aunque en muchos casos están muy modificadas para desempeñar funciones especiales. Así, algunas son importantes órganos de almacenamiento, como sucede en la remolacha, la zanahoria o el rábano; estas raíces son ricas en tejido parenquimatoso. Muchos árboles tropicales tienen raíces aéreas de apuntalamiento, denominadas contrafuertales, que mantienen el tronco vertical y que son típicas de las áreas pantanosas y de manglar. Los epifitos tienen raíces modificadas para absorber con rapidez el agua de lluvia que escurre sobre la planta de hospedante. La raíz aumenta de longitud con la actividad de los meristemos apicales, y de diámetro mediante la de los meristemos laterales. Las ramas de la raíz surgen en su interior, a alguna distancia por detrás del ápice de crecimiento, cuando ciertas células se transforman en meristemáticas.


Tallos

Los tallos suelen encontrarse por encima del suelo, crecen hacia arriba y llevan hojas dispuestas de manera regular en nudos formados a lo largo del propio tallo. La porción comprendida entre dos nudos se llama entrenudo o internodal. Los tallos aumentan la longitud gracias a la actividad del meristemo apical situado en el extremo. Este punto de crecimiento -yema apical- es también el origen de las hojas nuevas, que lo rodean y protegen antes de abrirse. Las yemas apicales de los árboles caducifolios, que pierden las hojas durante parte del año, suelen estar protegidas por unas hojas modificadas llamadas escamas. Los tallos son más variables en aspecto externo y estructura interna que las raíces, pero también están formados por los tres tipos de tejidos conocidos y tienen varias características comunes. El tejido vascular se agrupa en haces que recorren el tallo longitudinalmente, y forma una red continua con el tejido vascular de hojas y raíces. En las plantas herbáceas como el cannabis, el tejido vascular está envuelto en tejido parenquimático, mientras que los tallos de las leñosas están formados por tejido xilemático endurecido. Los tallos aumentan de diámetro mediante la actividad de los meristemos laterales, que producen, en las especies leñosas, la corteza y la madera. La corteza -que comprende también el floema- actúa como cubierta externa protectora, que evita lesiones y pérdida de agua.


Hojas

Las hojas son los principales órganos fotosintéticos de casi todas las plantas. Suelen ser láminas planas con un tejido interior llamado mesofilo que en su mayor parte es de naturaleza parenquimática; está formado por células poco apretadas entre las que quedan espacios vacíos que están llenos de aire, del cual absorben las células dióxido de carbono y al cual expulsan oxígeno. El mesofilo está limitado por las caras superior e inferior del limbo foliar, revestido de tejido epidérmico. Recorre el mesofilo una red vascular que proporciona agua a las células y conduce los productos nutritivos de la fotosíntesis a otras partes de la planta.


Alimentación

La fotosíntesis es el proceso en virtud del cual los organismos con clorofila, como las plantas verdes, las algas y algunas bacterias, capturan energía en forma de luz y la transforman en energía química. Prácticamente toda la energía que consume la vida de la biosfera terrestre -la zona del planeta en la cual hay vida- procede de la fotosíntesis. Una ecuación generalizada y no equilibrada de la fotosíntesis en presencia de luz sería:
CO2 + H2A = (CH2) + H2O + H2A
El elemento H2A de la fórmula representa un compuesto oxidable, es decir, un compuesto del cual se pueden extraer electrones; CO2 es el dióxido de carbono; CH2 una generalización de los hidratos de carbono que incorpora el organismo vivo. En la gran mayoría de los organismos fotosintéticos, es decir, en las algas y las plantas verdes, H2A es agua (H2O); pero en algunas bacterias fotosintéticas, H2A es anhídrido sulfúrico (H2S). La fotosíntesis con agua es la más importante y conocida.


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Reproducción

La reproducción vegetal es el proceso por el cual las plantas engendran o producen nuevos organismos a partir de células más o menos diferenciadas para asegurar la conservación de la especie. En las plantas, la reproducción puede ser sexual o asexual o vegetativa. En el primer caso existe un apareamiento de células, o de individuos unicelulares, hasta fundir su protoplasma y finalmente sus núcleos. En la reproducción asexual no existe tal fusión sino que se produce una multiplicación de los individuos por otros mecanismos; en unos casos a partir de células meramente vegetativas por fragmentación y división, y en otros por células o cuerpos germinales especiales. La flor es la parte de la planta donde se encuentran los órganos reproductores sexuales. Se denominan plantas monoicas aquellas que presentan los órganos donantes o dadores (masculinos) y los receptores (femeninos) en flores separadas pero situadas en la misma planta, como ocurre en el maíz. Son, por tanto, plantas monoicas unisexuales, mientras que las plantas monoicas hermafroditas presentan ambos órganos, estambres (androceo) y carpelos (gineceo) situados en la misma flor, como ocurre en la mayor parte de las plantas superiores. Por último, las plantas dioicas son aquellas en que las flores masculinas y femeninas aparecen en pies o individuos diferentes, como ocurre en los sauces, chopos y hasta ahora, en el cannabis. En los estambres (los órganos reroductores masculinos) es donde se producen los gametofitos, una generación de células haploides que dará lugar a los gametos o células sexuales masculinas, mientras que en los carpelos (conjunto de ovario, estilo y estigma) se produce el gametofito femenino, otra generación haploide, que dará lugar a los gametos femeninos. El proceso de reproducción sexual incluye la fusión de dos células (gametos) de diferente sexualidad, cada una de ellas con su dotación cromosómica correspondiente. En las plantas superiores (las fanerógamas o plantas con semilla) la célula masculina es el grano de polen, el cual debe ser transportado desde los sacos polínicos existentes en las anteras al órgano receptor femenino donde están los primordios seminales (estructura que contiene el gametofito femenino y que también se denomina, impropiamente, óvulo) para germinar allí. Este proceso de transporte del polen hasta la estructura femenina de la flor se denomina polinización.

Reproducción Sexual
Polinización y fecundación. Las flores contienen las estructuras necesarias para la reproducción sexual. La parte masculina es el estambre, formado por el filamento y la antera. La parte femenina, el carpelo, incluye el estigma, que recoge el polen; el ovario que contiene el óvulo; y el estilo, un tubo que conecta el estigma con el ovario. El polen es producido en la antera y cuando está maduro es liberado. Cada grano de polen contiene dos gametos masculinos. Cuando tiene lugar la autopolinización el polen llega al estigma de la misma flor, pero en las plantas con polinización cruzada (la mayoría) el polen es transportado por el aire, el agua, los insectos o pequeños animales hasta una flor distinta. Si el polen alcanza el estigma de una flor de la misma especie, se forma un tubo polínico que crece hacia abajo por el estilo y transporta los gametos masculinos hasta el óvulo. Dentro del saco embrionario del óvulo, un gameto masculino fecunda la ovocélula y forma un cigoto que da lugar al embrión. El segundo gameto masculino se une a dos células del saco embrionario llamadas núcleos polares para formar el endospermo nutritivo que rodea el embrión de la semilla. Los sacos polínicos cintienen las células madres del polen (diploides), que por meiosis forman los granos de polen (haploides). El óvulo está cubierto por tegumentos y contiene la célula madre del saco embrionario, que sufre una meiosis y forma cuatro células, de las que sólo subsiste una, la cual da lugar al saco embrionario, que es una célula con ocho núcleos. Tres de estos núcleos se sitúan en un polo de la célula y otros tres en el polo opuesto, y se rodean de citoplasma y de membrana. Los otros dos núcleos, llamados núcleos polares, se fusionan en el centro y forman un núcleo diploide. Una de las 3 células que se sitúan en el polo más próximo al micrópilo es la ovocélula; las otras dos células adyacentes se llaman sinérgidas. Las otras tres células, situadas en el extremo opuesto, se llaman antípodas. Cuando el grano de polen llega al estigma de la flor germina y desarrolla un tubo polínico, que desciende por el estilo hasta llegar al óvulo. En las angiospermas (las plantas con verdaderas flores) se forman, entonces, en el grano de polen, dos núcleos espermáticos o gametos masculinos (en las gimnospermas sólo se produce uno). Uno de estos núcleos se fusiona con el núcleo de la ovocélula dando lugar a un cigoto diploide. El otro núcleo fecunda al núcleo diploide para dar lugar al endospermo. El cigoto sufre varias divisiones y origina un embrión. El embrión desarrollado que ha alcanzado la madurez y se separa de la planta madre recibe el nombre de semilla. Normalmente, en cada semilla hay un embrión que, temporalmente, está en fase de reposo, y tejidos nutritivos envueltos por una cubierta o testa. Las semillas generalmente se asocian a otros órganos de la planta madre y pueden constituir unidades de diseminación complejas, como ocurre en los frutos, que son flores o partes de la flor, o también inflorescencias (conjunto de flores), en estado de madurez. Éstos pueden dejar en libertad a la semilla o bien desprenderse de ella.

Reproducción Asexual
Mediante los procesos de multiplicación asexual se reproducen genotipos idénticos de una planta. En los organismos vegetales se dan varios tipos de reproducción asexual, bien mediante un proceso de gemación (por yemas, estolones o rizomas), o bien mediante producción de esporas, células reproductoras asexuales que permanecen en estado latente en condiciones desfavorables y que germinan cuando las condiciones ambientales son las adecuadas. Desde el inicio de la agricultura en el neolítico hasta nuestros días, la humanidad ha tomado de la naturaleza y ha refinado sólo una pequeña proporción de especies vegetales, que ha convertido en fuentes primordiales de alimentos, fibras, cobijo y medicinas. Este proceso de cultivo y selección vegetal comenzó, se supone, por casualidad, probablemente cuando las semillas de frutos y hortalizas silvestres amontonadas cerca de los asentamientos humanos germinaron y empezaron a cultivarse de forma muy primaria. Algunas plantas, como el trigo (que posiblemente surgió en el Mediterráneo oriental hace más de 9.000 años) empezaron a seleccionarse y replantarse año tras año por su considerable valor alimenticio. En muchos casos, es casi imposible determinar los ancestros silvestres o las comunidades vegetales primitivas de las que surgieron las actuales plantas cultivadas. Este proceso de selección se hacía al principio sin saber nada sobre mejora vegetal, con la sola guía de la familiaridad constante y estrecha que la humanidad mantenía con las plantas antes de la era industrial. Pero ahora, la relación del ser humano con las plantas es casi la contraria: éste tiene cada vez menos contacto con sus cultivos, y los agricultores que sí mantienen ese contacto se especializan cada vez más en ciertos productos. Por otra parte, el proceso de selección se ha acelerado mucho, impulsado sobre todo por el avance de la genética; la genética vegetal puede desarrollar ahora, en sólo unos años, razas de maíz resistentes al viento o con otras propiedades semejantes que multiplican el rendimiento de los cultivos. Al mismo tiempo, la humanidad ha aumentado la demanda de alimentos y energía hasta el extremo de que se están destruyendo especies y ecosistemas vegetales completos, sin dar tiempo a los científicos para inventariar y conocer las poblaciones y especies de plantas que podrían ser útiles. La mayor parte de las especies se conocen poco; las más prometedoras son propias de regiones tropicales, donde el rápido crecimiento demográfico puede reducir a gran velocidad los suelos a extensiones arenosas áridas. El conocimiento básico de las plantas es importante en sí mismo, pero además resulta útil en el marco de la solución de las dificultades que ahora afronta la humanidad. En genética los especialistas en mejora vegetal aplican numerosos métodos para obtener variedades nuevas, pero los más importantes son siempre selección, hibridación y aprovechamiento de mutaciones. Esta diversidad de recursos genéticos vegetales tiene en muchos casos ventajas prácticas reales; si un agricultor de subsistencia, por ejemplo, planta cierto número de variedades de una especie, quedará en cierto modo asegurado frente al riesgo de perder toda la cosecha, pues es poco común que las condiciones climatológicas adversas o los parásitos afecten por igual a todas ellas. A medida que los hábitats naturales se han visto desplazados por otros usos del suelo, con la consiguiente destrucción de formas silvestres de plantas cultivadas que podrían ser necesarias con fines de selección, y a medida que los modernos sistemas de cultivo intensivo se han ido concentrando en un número muy reducido de variedades comerciales, se hace más urgente la necesidad de identificar y conservar los recursos genéticos vegetales y animales. Aunque, en este ámbito en particular, es posible localizar y medir aspectos de diversidad genética, no hay forma práctica de responder a la pregunta general de cuál es la diversidad genética presente en una zona determinada, y mucho menos a escala global; por tanto, la pregunta no tiene sentido a este nivel.

Hasta pronto. Saludos

lunes, 3 de septiembre de 2007

Riego

En nuestro camino como cannabicultores nos vamos encontrando con diferentes problemas y situaciones en cada cultivo. Mediante la propia experiencia y con los datos que nos aportan amigos, publicaciones y foros de cultivo, vamos entendiendo a nuestra querida planta y afinando en sus necesidades. En nuestro primer cultivo, ya sea en interior o exterior, nos encontramos con el primer y acuciante problema, el riego.
Algo que a simple vista puede parecer sencillo, generalmente crea múltiples dolores de cabeza al cultivador novel que ve como sus plantas muestran diferentes síntomas que desconoce, y que suele asociar a otros motivos diferentes de los reales, aplicando remedios que, al partir de una premisa falsa, no hacen más que provocar otros problemas, volviendo loco al pobre novato y provocando la muerte de plántulas, esquejes e incluso ejemplares adultos.

Para realizar un riego correcto se hace imprescindible primero conocer las peculiaridades del cannabis en cuanto a como por que medios se alimenta, de que forma llega ese alimento a las diferentes partes de la planta y por último, como influye el ambiente en ese sistema alimenticio.

El cannabis, como otras especies vegetales adquiere los nutrientes a través de las raíces o sistema radicular. En contra de la creencia habitual, éste es en extremo perezoso y relativamente delicado, necesitando un sustrato o medio de cultivo ligero y esponjoso. Esta porosidad también provoca una muy buena aireación permitiendo la oxigenación del sistema en cada riego. Además de lo anterior, es requisito indispensable un alto contenido de nutrientes que garantice un correcto desarrollo. El cannabis se alimenta a base de iones de diferentes sales que absorve a través de la membrana radicular por un proceso osmótico o de permeabilización. Estos iones representan los distintos macro y micro nutrientes que la planta necesita para su evolución. Uno de los primeros errores que cometen los que se inician en la cannabicultura es el encharcamiento del sustrato, regando a borbotones y desde demasiada altura. Esto provoca por un lado una significativa pérdida de nutrientes que serán arrastrador por el agua sobrante que escapa por el drenaje, haciendo que en poco tiempo éste quede vacío o escaso de uno o varios nutrientes, y en cualquier caso,desequilibrando el sistema alimenticio. También hay que tener en cuenta que al cannabis le gusta el secano ambiental, y que este factor abiótico es uno de los que influyen en la producción de tricomas, glándulas que contienen los cannabinoides, los aromas y otros componentes. Este secano ambiental suele confundirse con el hecho de dejar secar en exceso el sustrato, lo cual acaba dejándolo inerte y sin vida bacteriana y microbiológica.
Por otro lado tampoco es conveniente mantener la tierra encharcada o húmeda permanentemente, ya que la planta necesita de niveles de sequedad para poder oxigenarse. Como regla básica, expuesta en la mayoría de los manuales de cultivo, deberíamos regar cuando más o menos los dos centímetros superiores del sustrato se encuentren secos. Esto se puede verificar introduciendo un dedo en la maceta comprobando así el nivel de humedad.
Otro método, un poco más eficiente, es el control del peso del macetero en combinación con el aspecto que muestra la planta. Cuando ésta necesita ser regada, comienza a mostrar un aspecto de hojas caídas y ramas blandas. Si previamente hemos tomado una referencia del peso de la maceta recién regada, notaremos claramente la disminución del peso de ésta según va pasando el tiempo y el medio se va secando. Por lo tanto, cuando vemos que la planta se empieza a mostrar alicaída y comprobamos que la maceta pesa poco, es el momento de regar. No confundir el aspecto "triste" con la forma que adopta la planta en la oscuridad o cuando se encuentra en ambientes excesivamente húmedos.(con la ayuda de otro recipiente la planta puede tomar el agua de nutrición por sí misma)

En definitiva, los riegos han de realizarce de forma espaciada y pausada, regando poco a poco y cerca del borde del macetero. Si regamos a borbotones o desde excesiva altura, el agua evacuará directamente por el drenaje, pues al estar el sustrato semi-seco, permite el paso del agua por sus huecos, como por ejemplo entre él y el borde de la maceta, cayendo sin más y arrastrando nutrientes con ella. Lo ideal es realizar el riego en dos fases, una primera ligera y lenta, dejando pasar unos minutos para que el medio empape, y a continuación una segunda en que lo haremos a "tragos" hasta ver que empieza a drenar, momento en que tomaremos referencia del peso de la maceta e interrumpiremos el riego.


pH:

El pH, tanto del sustrato como del agua, es un punto muy importante a considerar. Al cannabis le gustan los medios moderadamente ácidos, con un pH de entre 5,5 a 6,5, pudiendo llegar hasta 7 si el agua no esta cargada de sales en exceso. En base a esto es importante usar una tierra en ese rango, que en combinación con el pH del agua se mantenga en él.
El pH tiende a equilibrarse en el sustrato si éste es de buena calidad y no contiene exceso de turbas que suelen ser muy ácidas (pH 3-4). lo que quiere decir que si estamos trabajando con una mezcla de tierra de por ejemplo pH 6, podemos regar con agua al 7 sin problemas, siempre que no contenga exceso de sales o residuo seco, por lo que se desaconsejan las aguas minerales. De cualquier forma, el pH del agua debería estar en un rango 6-7 en base al pH del sustrato. Valores fuera de ese rango pueden provocar shocks en el sistema radicular que producirán extraños efectos en nuestras plantas.


Temperatura:

Se puede obtener una ventaja importante sencillamente calentando un poco el agua de riego, añadiendo un poco de agua caliente al tanque de riego. Si usas sólo agua fría de la llave, la planta recibe un efecto de regresión o shock cada vez.
El agua de riego muy fría tiene un efecto retardado, de modo que la planta se desarrolla menos. Sobre todo en días de calor, cuando el sol ha calentado la tierra, las raíces tienen que lidiar con grandes diferencias de temperatura.
Una buena temperatura de la tierra contribuye a una óptima vida biológica del suelo, por lo tanto la nutrición es absorbida más fácilmente por la planta, además de un flujo activo de savia dentro de la planta. Una planta que recibe el agua caliente llega a crecer dos veces más deprisa que la que la recibe fría.
Así, una temperatura ideal para el agua de riego es de unos 23 grados en primavera y principios de otoño, cuando estamos finalizando nuestro cultivo en exterior, y de unos 20 grados en verano.


Evaporación:

Es sabido que las plantas de marihuana poseen un gran sistema de raíces cuando han sido bien cuidadas. Pueden crecer hasta 15 milímetros en un día de calor. Sin embargo, una planta que no recibe agua en esas circunstancias puede morir en pocos días. La planta empieza a perder las hojas más grandes, lo que disminuye la capacidad de transpiración. Si no se le da agua pronto, la planta perderá todas las hojas y morirá lentamente. Cuando se llega a este extremo hay que darles abundante agua por unos días. Las plantas más fuertes sobrevivirán y empezaran a salir hojas nuevas, aunque nunca se repondrán completamente y la cosecha será mucho menor al final. De modo que es muy importante que la planta reciba la cantidad de agua correcta en el momento adecuado.
La mejor manera es darle mucha agua por la mañana, para que el sol no tenga ocasión de evaporar demasiada. Hay que cuidar de que las hojas y el tallo no entren en contacto con el agua, pues la posibilidad de que se quemen con el sol es mayor cuando éste les da directamente.

Por último, algunos de los síntomas de riegos incorrectos suelen ser la aparición de manchas marrones o pardas sobre las hojas, así como la sequedad de la punta de los foliolos, que demuestran demasiado espacio entre riegos e irregularidad entre estos, y quizá exceso de algún fertilizante. Si se continúa manteniendo ese régimen, las hojas empezarán a secarse y a caer.
En cambio, cuando nos excedemos en riegos y humedad, las hojas adquieren un aspecto amarillento, para finalmente caer con un simple roce o corriente de aire sin estar realmente seca. Como extremo fatal, el exceso continuado de riego acaba pudriendo las raíces, y al final, a toda la planta.
Si seguimos las indicaciones y pistas expuestas, y nos paramos a observar a nuestras plantas tratando de comprender que es lo que nos transmiten, conseguiremos que estén contentas y nos gratifiquen con los mejores y más preciado frutos.

Hasta pronto. Saludos